
En una sucia pensión de hambrienta soledad,
simpática caravana de rostros apagados.
Con pies descalzos alfombro el invierno
y mi sombra es tan grande
que ya es la noche.
Como arena seca entre mis manos.
Como sangre rancia bajo el latido.
Digamos por ejemplo
que la intención siempre fracasa.
A veces la vida no es más
que amueblar la sala de espera.
En una sucia pensión de hambrienta soledad,
ronroneo sumiso de un abandono sin pausas.
Con manos torpes abrigo la embriaguez.
A puño cerrado me miro en el espejo.
Soy de una raza destinada a derramarse.
Y el poema es inútil.
Fue en vano y a otra cosa.
Estúpida manera de pasar la noche
en una sucia pensión de hambrienta soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario