
Yo siempre escribí a los portazos y a las patadas,
sintiendo acá la náusea del sentido común,
masticando mis dientes sin hallar la palabra
cual sirena enlatada que pasó por atún.
Y yo siempre escribí dado vuelta por completo,
metiéndome lo que salga al abrir el cajón.
Soy modesto, sencillo, risueño y no es que miento
al decir que en el cráneo también hay corazón.
Alucinando, también, visiones primitivas.
Los que entraron a mi cueva ya nunca salieron.
Dame vuelta la hoja o prestame tu saliva.
Subansé las polleras y las musas primero.
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