
Soñé con el majestuoso quinto episodio: un círculo de luz centrífuga significando nada pero haciéndose sentir o captar con una peculiar eficacia, como una visceral desrazón fulgente. Aquí las arpas tienen
cuerdas de silencio
(soñé dulcemente
esbozado en la colcha).
Roncando
la espuma humeante
y borracha de la noche. Oh mi psicóloga (dije), toma el bisturí de tus metafóricos discursos y sacude mi sacudida y mastica mi agitación.
Hazle el amor (murmuré
mientras separaba mis cabellos
y exhibía mi cuero cabelludo),
penetra
de forma contundente en esta
tibia hendidura. Oh mi psicóloga, escupe siquiera un gesto sexual. Que tengo que despertar que tengo que despertar, encauzar mis yoes y proseguir aleteando voces ajenas.
Me vuelo en el canto,
sí,
me vuelo
y me caigo en
el canto. Ahora que nadie separa las piernas. En las horas repetidas del amor simulado, las frases se encurvan, los vocablos se arrodillan en la sien. Me vuelo en el canto, sí, me vuelo en el canto.
Que no sé cómo vivir
cuando hay hambre
a la izquierda
del pulmón derecho,
y el estómago
siempre lleno de pollo.
Me vuelo
y me caigo
y me
quiebro
en
el
can
to.
Es un quemante apogeo de rostros insumisos, la más alta llama del incendio neuronal. Aquí los pétalos ya entonan felonías frente al espejo, abren su blancura como un núbil sexo lácteo. Por favor, te pido por favor: asiste a mi ceremonia. Te juro que seré un manso personaje. Oh los cirios. Los cirios se apagarán por falta de movimiento. Seré como siempre para nunca. Asiste.
También las vísceras de lo
que se niega a ser
temporal. El eco
fragmentado
de un efímero relámpago.
Resuelvo las difíciles ecuaciones de mis huesos en las vísperas sempiternas de la ácida muerte.
Te pronuncio al filo de una cremosa palabra. Percibo la imposibilidad de hallar su costado salubre: amor.
Yo estaba (quizás dejando de estar) luminosamente triste al borde de la alegría. Yo chorreaba blandamente como aquellos endebles relojes de Dalí, a excepción de que esta vez la memoria no persistía.
Sólo el olvido
definía sus ritmos.
Pensándolo bien
yo tengo el ano y la erección,
la boca circular del deshecho
y el semen agazapado en la base.
Al pie de las añejas coronaciones
que me dilatan, que me soplan despacito.
Saltando desde su último latido
vino el vino ebrio de espuma.
La alfombra morena de tu pubis cordial
con la tortura de la pausa me dejó
solo.
Entorné los párpados del sueño
y hecho un hueco volví
a mi primera palabra.
Cancerosa niebla de los días situados a dos leguas de los días. Abrupta declinación de la sonrisa que nos abisma al concéntrico girar de los llantos. Suicidio constante y consecutiva recreación del nacimiento cada vez en vaginas de una más degradante frigidez labial.
Examinar minuciosamente la sequedad
de mi rincón más lejano. Ser afuera de mi
ser para atestiguar críticamente si realmente
estaba siendo (¿o no?).
Morir de plumas poéticas, leve en las dulcísimas membranas del aire, como la rosa que se apaga enraizada en su fulgor nunca visto, como el rostro hecho pedazos que reaparece ante la fortaleza del mismo espejo. Morir
encastrado en la palabra
muerte,
en la médula
de su hedor
calcinante.
Arena por arena
he cantado mi desierto:
Mi corazón se engrasa
en los engranajes
de una triste melodía.
La resacosa luminosidad
habita en el simple hecho
de abrir los ojos.
Supe que yo era inalcanzable:
al formular
mi nombre
me adiviné
lejos.
Con mi deslumbrante desnudez entregarme (y estaba al borde de la noche) y rodar junto a la irregular cadencia de mi prosa. Brazada de luz recién nacida. Fornido amarillo del girar de los días a la hora del almuerzo.
Sangre de último latido (espectacular rojeo) descorchando ocio como siempre a la sombra del tórax.
Una erección emocional respirando alcoholes
que humean.
La furia deseosa de abandonar el estado, sometida a febriles temperaturas (posición fecal). Ser blando a la piedra ser ojo a la astilla. Triste muerteo de los papeles colmados de versos viscosos. Sangre que se prolonga lejos de toda pausa.
Parpadeo vaginal en el margen de una sexualidad lacerada. Un brote psicomasturbador en el centro: eso era todo. He usado la niebla
donde no corresponde.
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