
Trato de entender
lo que los mosquitos
dibujan en el aire,
diáfanas criaturas
en busca de un trago-combustible,
débiles poetas
atados para siempre
al capricho de dos alas.
Y de inmediato me convierto
en el desenfrenado impulso
de un deseo indefinido.
Y es como si me mojaran
las alas sintiendo que las venas
se vacían a la orden de otros versos.
Los párpados se apagan como pesados telones.
Adentro también existe el teatro,
expresiones de gozo que eyaculan
la inocencia erótica
de un hombro desnudo.
Hay una mano que se aproxima sigilosa.
Está dispuesta a asesinar al mosquito
que absorbe fálico y satisfecho.
No todos tenemos esa suerte.
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