
Era la capital eléctrica del ánimo humectante, aquel luminoso espumeo de la humana envoltura, el sudor conyugal y transportable como bocanada de musculoso ronroneo, carnal y tibio como el licor. Nosotros sabíamos que la vida no es para vivirla, que debíamos ser espacio cómodo y liberal para que la vida nos viva. Nosotros sabíamos.
Se amalgaman los sonoros gemidos
en la fugacidad del cardíaco pétalo.
Proceloso beso púbico que ambiciona sin
lindes, sin pausas, sobre
el céntrico gozo del espanto.
En cuanto digo nada la nada es todo.
Cuanto más pierdo más pérdidas
encuentro.
Nosotros sabíamos, y sin embargo
le dimos la espalda al conocimiento
(eso fue una forma de amar).
Sí, era la capital eléctrica
del ánimo humectante,
un placer que se mastica.
Nosotros sabíamos que cuanto
más nos llenábamos más vacíos
podíamos quedar.
Todavía lo sabemos.
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