
Vestida de curvas lácteas.
De sus ojos las ventanas
enlutan todo paisaje
con cortinas maquilladas.
Rubias colas inquietantes
de espermatozoides rubios
caían sobre su rostro
de elocuencia sin murmullo.
Desplegaba torpes pasos
de la plaza en la rodilla.
Su delgada y rica pose
prometía mil delicias.
En la frente lo materno.
Lo cómplice en la mejilla.
Oh pasión en cuatro labios,
dulce sombra en las esquinas.
El motor aún ronroneaba
frente a un metálico guiño.
Cayó el vidrio y me invitó
a fumar su aliento tibio.
Noche roja amanecida
nos cubrió de amor y espanto.
Sus azules ventanitas
parpadearon gusto amargo.
Los faroles se doblaban,
ansiosos de aquellos muslos.
Blondas luces de ciudad
respiraban tango oscuro.
Esas boas fugitivas
resbalaron en mis manos.
La sedosa y láctea piel
reveló un pulposo canto.
Verticales carcajadas
ya tornáronse viscosas,
cuando el falo que bien paga
tuvo vaina que bien cobra.
Dijo llamarse Marylin,
bello nombre merecido.
Fue tan mía aquella noche
y el disparo fue efectivo.
Los faroles se espantaron
de tanto rojo ataúd.
Ya descansa mi mocita
en la alfombra del baúl.
Se volvió a encender el rojo.
Se apagó aquel triste azul.
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