
Éramos dos en naufragio de arena,
deshabitados ataúdes sin tu llanto o el mío.
La tinta supera a la sangre
porque podemos pulir su condición metafórica.
No me conforman los bemoles de esta tecla perdida.
Sos la metáfora horizonte de lo que falta y desconozco.
Gritemos la sordera de nuestras
voces sin punto de encuentro.
Nuestro oficio anclado en el ego
agudiza las posibilidades de lo lejano.
Siempre estamos exiliados
en la floja arquitectura de lo probable.
A la sombra de la ausencia
respiramos el rastro remoto de nuestro aliento,
promiscuos y salvajes, gozando la lujosa
imperfección de un ídolo despreocupado.
En teoría somos dos practicando la unidad,
embarrados hasta el pecho
como maniquíes del poema,
untando herrumbre en un amor previo al latido.
Éramos dos al filo de somos:
la constante mentira del verso.
Ya cortados por la esperanza y el abrupto seremos.
Acá las musas no se visten a la moda.
Heredera del espíritu corrosivo
que anida en la efectiva intuición del poeta.
Ella canta el tango como cualquiera,
se dobla en bandoneón y bosteza la herida.
Agrietados por la imposibilidad del cruce
como raíces en tierra equivocada.
Afilo los detalles de mi nombre
aunque anónima permanezca tu sangre.
El espacio que me duele es la medida de tu cuerpo.
Te abrigo con mis llantos y este frío me sonríe.
Tu aullido de caos le agrega sílabas
a la armonía deshidratada de mi cauce.
Las musas (es lamentable) no se visten a la moda.
Supuestamente nos dedicábamos a practicar la unidad.
Éramos dos excepto que estaba solo,
desde el principio y todavía.
Me encantó este poema... El espacio que me duele es la medida de tu cuerpo... Say No More
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