domingo, 24 de octubre de 2010

SEDA Y LUNA



Insólitamente abierto al caos ordenador de los climas interiores. Poco a poco la luna me convenció. “Oh, mi pequeño vástago (decía), únete a mi circo de ángeles sin alas, participa en los espasmos de esta orgía. ¿Qué podrías perder? Adelante. Antes de que el miedo se cristalice”. Sinceramente, yo no soporté el llamado de su guiño erótico, los gestos graciosos de su blanco sexo, la electrizante caricia de su rayo carnal, tan similar al roce de la seda femenina.




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