viernes, 31 de julio de 2009

TRÁNSITO DE LODO

Acaricia mi amargo tránsito de lodo.

Ven y ajusta las clavijas de mi materia.

La última serás pues fuiste la primera.


Amanece un funeral y esta noche es todo.

Y tan de luto y tan en cruz y hueso a hueso

bajo esta luna inaccesible es el acceso.


El edén rosa de tu aliento se me aleja,

agigantados pasos con fiebre nerviosa

y de este lado ya el amor es otra cosa:


La metáfora de morir en esta queja.

Es la misma palabra adecuándose al verso

en la columna vertebral de mi universo.

jueves, 30 de julio de 2009

CARNE Y HUESO

Allí, donde se espera a los colectivos de línea, en esa torpe armazón metálica que parece el esqueleto de una casa pobre, estaban sentadas las tres putas. El humo inquieto de los cigarrillos innumerables salía por sus bocas, licenciadas en el arte de chupar pijas, ágiles como las manos y los pies (manos) de los monos. Y el humo seguía y seguía saliendo, semejante a esas nubes en las que siempre se encuentra una figura. El humo humeaba, blanquísimo a causa de la noche y el frío titiritero. Sus gruesos y cortos labios eran rojos rojísimos, falsos a la legua, seguro que pintados a las apuradas: “que vamos que se hace tarde. Vos también apurate, putita”. Cosas por el estilo entre ajustadas polleritas de cuero y toda la gama de lencería erótica. Con las putas callejeras (las de prostíbulo ya están en otro nivel) siempre se dan así las cosas: rápido, rápido, rápido. Hay que conseguir plata. Hay que pasarle una módica pensión al padre alcohólico de nuestros hijos, borrachera para el señor!, migajas para el HAMBRE llorado del niño! Y yo, que nunca iré a París, que nunca tendré Molino Rojo y anos que se exhiben con glamour en vidrieras costosas, tengo que conformarme con esta submugre de mujeres que ya han lacerado hasta sus esperanzas. Ni esperanza de esperanza tienen estas prostitutas, estas baratijas sexuales que están al alcance de todos como el célebre “espantapájaros” de Oliverio Girando (orgullo poético, argentino hasta la médula, coraje aceitado donde los críticos se miran para peinarse la barba). Bien, yo iba caminando hacia ellas, con cinco vasos de vodka trenzándose en mi afiebrado estómago, cinco vasos que se ayudaban con sus miembros para llegar de un solo salto a mi deseosa cabeza. Los pobrecitos no pudieron: un vaso no es nada, dos vasos no son nada, tres vasos no son nada, cuatro vasos no son nada, cinco vasos no son nada para alguien como yo, tan culto y tan hintelektual en lo que se refiere a los excesos. Así que continué caminando, con latosos retazos de sobriedad pegados a la moral tambaleante, moral, moral, moral, mor al qué, me pregunto siempre.

Ellas me estaban esperando. A mí, sólo a mí. Cómo no me iban a estar esperando después de mis insistentes llamadas telefónicas. Allí estaban, cruzando las piernas para mí, arrojándose el pelo hacia atrás para mí, mostrando en plena noche sus cuellos lácteos para mí, mojándose tímidamente? los labios para mí, apagando con una precisa punta de taco los cigarrillos para mí. ¿Mirando a quién? A mí, sólo a mí.

-Hola –dije casi diciéndomelo a mí, tratando inútilmente de mirar seis ojos al mismo tiempo. ¿Pero para qué hablar? El amor ya estaba comprado, ahí nomás, partido en tres y a medio metro de distancia. ¿Para qué llenar espacios inútiles con inútiles palabras? Vamos derechito pa’ mi casa, che. Así son las cosas ahora que yo digo como son las cosas: usar la lengua para todo menos para hablar. De una buena vez por todas, usar la lengua para todo menos para hablar y hablar bla bla. Yo no quiero felicidad. Yo quiero placer. O sea: no quiero que mis labios sonrían y que mi lengua me diga lo rico que está el bife. Quiero que mis labios besen y que mi lengua se divierta en los escondrijos de otra boca. Sí, porque el placer es pecado. Porque el pecado es sucio como el limpito hueso blanco de la naturaleza humana. Que las religiones me disculpen, pero es sabido que a la monja se le esponja y que si el padre cura la madre enferma. Que las religiones me disculpen (con ligiones tengo pa’ rato) por no ser supersticioso (con ser ticioso me basta y me sobra).

Las tres putas entraron a mi habitación y en un abrir y cerrar de ojos ya estaban desnudas, redondas, excitantes, babeadas, con una viscosa sonrisa vertical entre sus piernas. Era maravilloso verlas mientras el calzoncillo andaba por mis tobillos, mientras el humo andaba por mis pulmones, mientras la sangre sangraba sin dejarse ver, mientras todo se quedaba tan fijo ahí: comprado y seguro y de carne y hueso. El amor: carne y hueso. El odio: carne y hueso. La vida: carne y hueso. La muerte: carne y hueso. Me tiré en la cama y ellas comenzaron a acercarse a mí, parecidas a perros salvajes con trémulas bocas de espuma. Los dientes, suaves. Los labios, suaves. Besaban con los cabellos, con la frente, con las pestañas, con la nariz, con los labios, con la lengua, con el mentón, con el cuello, con sus pezones erectos, con el vientre, con el bello púbico, con la tibia humedad de sus vaginas, con todo. Yo era carne y hueso bajo carne y hueso. Me sentía felizmente indefenso y atrapado. Y después los gemidos guturales, esos dulces gemidos como de niña pequeña defecando. Yo entraba en ellas al mismo tiempo que ellas me metían adentro suyo. Sí, en el fondo ellas deseaban llevarme a conocer sus más íntimos rincones. Yo dejaba que me lleven de la mano, que me utilicen, que me ordeñen con su mecánico profesionalismo. Qué hermosas muchachas. “Padre nuestro que estás en mi cama”, rezaba una maliciosamente, habiendo adivinado de pronto mi debilidad ante las manzanas y las Evas, quizás buscando una propina. Por supuesto que se la iba a dar: propina y trabajo seguro, por lo menos hasta que mi economía me lo permita. Carne y hueso. Todo era carne y hueso. Y de golpe me vi tentado a decir amor (esa mala palabra, esa palabrota que nunca nos enseñaron a callar), a vomitar amor, a defecar amor, a mear amor, a sangrar amor, a eyacular amor amor amor. Me dieron ganas de dejar de decirles putas. Entonces les pregunté sus nombres. Una se llamaba María, la otra se llamaba Julieta. La tercera no me quiso decir su nombre. Me miró con silencio en los ojos. Me besó con silencio en los labios. Sangró con silencio cuando le corté el cuello con un enorme cuchillo.

-Vos te llamás Carne y Hueso, sólo Carne y Hueso –le dije a la muerta que seguía calladita. María y Julieta ya se habían asustado, ya se habían vestido, ya habían manoteado los billetes que había sobre la mesa de luz, ya se habían ido a seguir jugando con los efectos de la belleza. Sí, jugarían hasta que alguien sólo viera carne y hueso, nada más ni nada menos que carne y hueso.

miércoles, 29 de julio de 2009

MOSQUITOS

Trato de entender

lo que los mosquitos

dibujan en el aire,

diáfanas criaturas

en busca de un trago-combustible,

débiles poetas

atados para siempre

al capricho de dos alas.

Y de inmediato me convierto

en el desenfrenado impulso

de un deseo indefinido.

Y es como si me mojaran

las alas sintiendo que las venas

se vacían a la orden de otros versos.

Los párpados se apagan como pesados telones.

Adentro también existe el teatro,

expresiones de gozo que eyaculan

la inocencia erótica

de un hombro desnudo.

Hay una mano que se aproxima sigilosa.

Está dispuesta a asesinar al mosquito

que absorbe fálico y satisfecho.

No todos tenemos esa suerte.

lunes, 27 de julio de 2009

GRUTA PECTORAL

Soñé con el majestuoso quinto episodio: un círculo de luz centrífuga significando nada pero haciéndose sentir o captar con una peculiar eficacia, como una visceral desrazón fulgente. Aquí las arpas tienen

cuerdas de silencio

(soñé dulcemente

esbozado en la colcha).

Roncando

la espuma humeante

y borracha de la noche. Oh mi psicóloga (dije), toma el bisturí de tus metafóricos discursos y sacude mi sacudida y mastica mi agitación.

Hazle el amor (murmuré

mientras separaba mis cabellos

y exhibía mi cuero cabelludo),

penetra

de forma contundente en esta

tibia hendidura. Oh mi psicóloga, escupe siquiera un gesto sexual. Que tengo que despertar que tengo que despertar, encauzar mis yoes y proseguir aleteando voces ajenas.

Me vuelo en el canto,

sí,

me vuelo

y me caigo en

el canto. Ahora que nadie separa las piernas. En las horas repetidas del amor simulado, las frases se encurvan, los vocablos se arrodillan en la sien. Me vuelo en el canto, sí, me vuelo en el canto.

Que no sé cómo vivir

cuando hay hambre

a la izquierda

del pulmón derecho,

y el estómago

siempre lleno de pollo.

Me vuelo

y me caigo

y me

quiebro

en

el

can

to.

Es un quemante apogeo de rostros insumisos, la más alta llama del incendio neuronal. Aquí los pétalos ya entonan felonías frente al espejo, abren su blancura como un núbil sexo lácteo. Por favor, te pido por favor: asiste a mi ceremonia. Te juro que seré un manso personaje. Oh los cirios. Los cirios se apagarán por falta de movimiento. Seré como siempre para nunca. Asiste.

También las vísceras de lo

que se niega a ser

temporal. El eco

fragmentado

de un efímero relámpago.

Resuelvo las difíciles ecuaciones de mis huesos en las vísperas sempiternas de la ácida muerte.

Te pronuncio al filo de una cremosa palabra. Percibo la imposibilidad de hallar su costado salubre: amor.

Yo estaba (quizás dejando de estar) luminosamente triste al borde de la alegría. Yo chorreaba blandamente como aquellos endebles relojes de Dalí, a excepción de que esta vez la memoria no persistía.

Sólo el olvido

definía sus ritmos.

Pensándolo bien

yo tengo el ano y la erección,

la boca circular del deshecho

y el semen agazapado en la base.

Al pie de las añejas coronaciones

que me dilatan, que me soplan despacito.

Saltando desde su último latido

vino el vino ebrio de espuma.

La alfombra morena de tu pubis cordial

con la tortura de la pausa me dejó

solo.

Entorné los párpados del sueño

y hecho un hueco volví

a mi primera palabra.

Cancerosa niebla de los días situados a dos leguas de los días. Abrupta declinación de la sonrisa que nos abisma al concéntrico girar de los llantos. Suicidio constante y consecutiva recreación del nacimiento cada vez en vaginas de una más degradante frigidez labial.

Examinar minuciosamente la sequedad

de mi rincón más lejano. Ser afuera de mi

ser para atestiguar críticamente si realmente

estaba siendo (¿o no?).

Morir de plumas poéticas, leve en las dulcísimas membranas del aire, como la rosa que se apaga enraizada en su fulgor nunca visto, como el rostro hecho pedazos que reaparece ante la fortaleza del mismo espejo. Morir

encastrado en la palabra

muerte,

en la médula

de su hedor

calcinante.

Arena por arena

he cantado mi desierto:

Mi corazón se engrasa

en los engranajes

de una triste melodía.

La resacosa luminosidad

habita en el simple hecho

de abrir los ojos.

Supe que yo era inalcanzable:

al formular

mi nombre

me adiviné

lejos.

Con mi deslumbrante desnudez entregarme (y estaba al borde de la noche) y rodar junto a la irregular cadencia de mi prosa. Brazada de luz recién nacida. Fornido amarillo del girar de los días a la hora del almuerzo.

Sangre de último latido (espectacular rojeo) descorchando ocio como siempre a la sombra del tórax.

Una erección emocional respirando alcoholes

que humean.

La furia deseosa de abandonar el estado, sometida a febriles temperaturas (posición fecal). Ser blando a la piedra ser ojo a la astilla. Triste muerteo de los papeles colmados de versos viscosos. Sangre que se prolonga lejos de toda pausa.

Parpadeo vaginal en el margen de una sexualidad lacerada. Un brote psicomasturbador en el centro: eso era todo. He usado la niebla

donde no corresponde.


domingo, 26 de julio de 2009

MARIANA SE AFEITABA LAS PIERNAS SÓLO A LA LUZ DEL SOL


Y bueno, hace rato que me suicido en defensa propia y soy fiel partidario del autocanibalismo emocional. Y bueno, después de todo qué tiene de malo pasar tres días encerrados en un asfixiante cuarto de hotel. Y bueno, Mariana se afeitaba las piernas sentada en el borde de la ventana. Y bueno, en sus muslos yo vi algo que tendría que haber visto en sus ojos pero ya está y ahora voy a tener que decir que me enamoré a primeros muslos. Y bueno, me erotiza ver un muslo por el que pasa una máquina de afeitar amarilla. Y bueno, ella se afeitaba contra la ventana y los pelitos caían iluminados cada tanto por las últimas luces del sol vespertino. Y bueno, de golpe ella cruzó las piernas y pude ver la desnudez de su sexo que se esponjaba bajo la sombra de su pollera blanca. Y bueno, me le acerqué y le metí un dedo en la vagina como quien le saca el pelo de la cara a su doncella. Y bueno, quién puede meter un dedo sin sentir la amorosa necesidad de meter otro. Y bueno, ella sujetó mi miembro erecto con sus cálidas manos y se lo llevó a la boca mientras me miraba con todo el amor que puede entrar en un par de ojos verdes. Y bueno, yo me acosté en el suelo y ella siguió mis pausados movimientos apretando apenas la punta de mi glande con sus carnosos labios. Y bueno, su ondulada cabellera rubia me hacía cosquillas en el vientre y en los muslos. Y bueno, poniendo mi mano sobre su nuca y ejerciendo un poco de fuerza le demostré que toda la carnalidad desesperada de mi amor entraba en su boca. Y bueno, ella hizo una arcada que me pareció musical y yo le permití tomar un respiro. Y bueno, después de demostrarle que la lengua no es sólo para hablar me decidí a demostrarle con un amable empujón que el ano no es sólo para excretar. Y bueno, su delgado cuerpo se llenaba de gemidos porque yo le tapaba la boca con la mano izquierda. Y bueno, después de un rato cambiamos de pose y mi miembro entró en ese montoncito de carne rosada que parecía un corazón flechado por cupido. Y bueno, Mariana ahora sí podía darse el lujo de gritar porque mis manos estaban entretenidas con sus voluminosos pechos. Y bueno, después de un rato y ya con el pene a la intemperie la abofeteé como todo un caballero y le indiqué que vuelva a introducir mi miembro en su boca. Y bueno, aparte de demostrarle que la lengua no es sólo para hablar le demostré que el semen no es sólo para producir hijos. Y bueno, me sentí orgulloso al creer escuchar que las burbujas de mi esperma estallaban como pompas de jabón adentro de su garganta. Y bueno, ella se fue hacia la ventana para continuar afeitándose las piernas. Y bueno, cada vez que se pasaba la lengua por los labios me sonreía y con una voz que parecía salir de una burbuja me decía que me amaba. Y bueno, como ya era de noche no pudo continuar afeitándose las piernas. Y bueno, entonces se enojó conmigo y abandonó la habitación dando un portazo. Y bueno, qué le puede importar eso a un tipo tan despreocupado que se limita a decir “y bueno”. Y bueno, los pelos crecerán y el sol volverá a iluminar este asfixiante cuarto de hotel. Y bueno.

sábado, 25 de julio de 2009

INVITACIÓN AL DELIRIO


Esto, definitivamente, es una invitación al delirio. Lo que propongo es librar la imaginación de cualquier atadura conceptual, o en el mejor de los casos, sobrecargarla de conceptos hasta que cada uno tenga que esforzarse para resaltar, exagerando así sus atributos, amplificando sus voces, resonando como algo mejor de lo que en realidad es: un tipo que no puede parar de maquinar ideas, de sustituir la realidad por otra más conveniente, más a la moda con su vulgar y divagante forma de ver el mundo.

Digámoslo de otra forma: o sabés improvisar o no sabés una mierda. En la vida real no hay ensayos, segundas tomas, arreglos de estudio o versiones remasterizadas. Y eso es lo que hago: inventarle un pasado a la primera palabra que escribo para que desde el presente que le doy pueda tener un futuro propio que yo mismo desconozco. ¿O acaso pensabas que un tipo como yo va a quemarse las pestañas pensando "seriamente" las cosas que escribe? No me parece, porque esto no es un trabajo, es una necesidad, un divertimento mental, una digestión psicológica de traumas bien disfrazaditos.

Escribir cualquier palabra. Por ejemplo la palabra "elefante". ¿Qué pensamos cuando vemos esa palabra escrita? ¿Qué imágenes aparecen en nuestras cabecitas? Podría ser algo sobre la buena memoria, algo sobre áfrica, algo sobre la selva, algo sobre un circo en una selva en el medio de áfrica que lucha para que su legado artístico quede en la buena memoria de su gente. Y así animarse a seguir hablando, aceptar la invitación al delirio, olfatear la tarjeta de entrada, sentir las letras en relieve que dicen "intemperie del sentido", dar el primer paso y aceptar esa copita, ese dulce licor de cianuro que nos revelará el misterio de los misterios. Porque no sé ustedes, pero si me encuentro a la muerte por ahí, yo la invito a bailar un tango.



viernes, 24 de julio de 2009

LA PEOR FORMA DE PERDER LA CABEZA


La vida es viento que termina en un bostezo, una pluma que sangra tinta sin conocer la grafía de su sentido.

No emborracharse los lunes a la mañana escuchando Pink Floyd.

No usar la poesía en las proximidades de un revólver cargado.

En caso de suicidio por favor resignarse. Les puedo asegurar que ya no se puede hacer nada al respecto.

-¿Estudiaste?

-No. Para nada. Me pasé la noche bebiendo cerveza y escuchando a los Sex Pistols. De todos modos no te preocupés. Es cierto que mi cabeza es un caos pero también es cierto que la información es accesible. De estar…está. Desde la primera sensación en el útero hasta las últimas palabras de este diálogo incluyendo la palabra diálogo.

Estamos en la parada del colectivo que nos lleva a Santa Fe. Mi amiga Eloísa me mira con el flequillo moviéndose a causa del viento. Me mira como si de pronto y por fin hubiese perdido el último amague de cordura que me quedaba. En sus ojos se adivina un vacío que se resiste a cualquier explicación. Un maravilloso vacío en donde desemboca toda la poesía de su aspecto virginal. De pronto tengo ganas de romperla como si tratara tan sólo de una pequeña bailarina de porcelana. De pronto soy un niño acariciando a su mascota favorita. No preguntar por razones. Nunca se sabe por qué y quizás eso sea lo interesante de la cuestión, la niebla de misterio que no nos deja ver más allá de nuestros propios pasos.

-Yo apenas si leí un poco los apuntes –dice Eloísa mientras el colectivo se detiene frente a nosotros.

-Es sólo un maldito exámen –le digo-. Y ni siquiera eso. Es una especie de trabajo práctico, un parcial.

Pero retrocedamos un par de horas.

Acabo de cocinarme y estoy sentado frente a un humeante y blanquísimo plato de arroz. Comienzo a volcarle la salsa y de repente es el dueño de la pensión el que abre la puerta.

-¿Viste lo que pasó en la costanera?

-No –le contesto llevándome la primera cucharada a la boca-.¿Qué pasó?

-Una vieja iba andando en bicicleta y se cayó. Entonces pasa un colectivo, la línea uno, y le aplasta la cabeza con todas las ruedas del lado derecho. Dicen que se la reventó , que le quedó la cabeza como una pelota desinflada. Seguramente hacía ejercicio para estar en forma y terminó en forma de pasta.

Estás contemplando la salsa de tu comida con ojos caníbales y morbosos. Te imaginás una espátula enorme. Hacés un comentario indiferente y continuás con tu almuerzo mientras Javier sale de la cocina entre risas, puteadas y más risas. Me hubiese gustado ser testigo del accidente, ser un privilegiado espectador de la muerte en sus aspectos más absurdos. O quizás me hubiese gustado ser un pasajero de aquel colectivo, sentir que se levanta unos cuantos centímetros y que algo explota bajo mi cómodo trasero.

-Y así fue –termino de darle la noticia a mi compañera de clases.

-Pobre vieja –dice ella al mismo tiempo que se pinta los labios.

-Dicen que hasta hubo una gran movida policial para evitar que los perros se coman los sesos que estaban por toda la calle.

Y se me dibuja una leve sonrisa. Y Eloísa también sonríe y los dos sabemos que nos sentimos con suerte, que fluye ferocidad por nuestras venas, que nos importa un carajo la historia personal de aquella aberrante cabeza reventada.

Llegamos al Instituto y estamos caminando hacia la clase de Gramática Inglesa. Lo que hay que hacer después es fruncir el entrecejo, hablar en inglés, agudizar el oído y tomar nota de la información relevante.

¿Sabías que puedes pasar todo un fin de semana tirado en la cama, con el televisor inútilmente encendido mientras los cajones se llenan de ilegibles papeles? ¿Sabías lo difícil que es reprimir el deseo de arrojar un televisor por la ventana de tu cuarto? Y tus ojos se abren mientras duermo. Son las palabras abismándose como tenues soldados hacia un sentido suicida. Expresar el tornado anímico en un azaroso fotograma que funcione como espejo. De este modo y ya no hay más excusas. Cada instante de la vida es un engranaje más en esta absurda mecánica. Haré foco en los detalles hasta resaltar la viscosidad de la náusea. Me convertiré en una especie de puente. Lucidez y pesadilla escoltarán el transcurso de la escritura, serán mis polos sometidos a la salvaje intemperie de su propia naturaleza. Es la impalpable invisibilidad del deseo. Es el discurso sin bozal que dibuja con su espuma. Enfermedad y salvación. Apenas un rumor malintencionado.

Es así de simple como funciona. A veces todo pierde sentido. Me distorsiono y soy la fiebre empantanándose en el verso. O quizás todo tiene un sentido demasiado grande como para poder apreciarlo en su plenitud. Es cuestión de alejarse. Es cuestión de corporalizarse en la metáfora del otro disolviendo a la vez su calidad de metáfora. Es cuestión de irse. Simplemente es cuestión de perspectiva.

Escribir un árbol.

Publicar un hijo.

Plantar un libro.

Autorretratar una pintura o lo que sea que quieras hacer.

El placer en el lugar de la felicidad. La belleza en el lugar del desencantador entendimiento.

jueves, 23 de julio de 2009

EMPEZAR EL DÍA


Apenas abro los ojos la ventana me ofrece un cielo gris con edificios fálicos que apuntan hacia su centro. Mi cuerpo desnudo serpentea sobre las sábanas y soy atravesado por un escalofrío sexual, la invisible caricia femenina, el deseo creciendo entre mis piernas con ferocidad implacable, la alegría primitiva de tener una botella de vino sobre la mesa de luz. Ahora sólo basta llevar la boca hacia el pico de la botella con el gesto íntimo del beso. Sólo olfatear un poco semejante a un animal que recién reconoce el mundo que lo rodea. Después por fin derramar el trago, sentir que la lengua se estremece bajo un cielo con ojos de mujer, sentir la tibieza húmeda del beso vaginal que se aproxima. Es entonces cuando la resaca comienza a desvanecerse y camino desnudo hacia el sol de la ventana para encender un faso que ya en su aroma insinúa la simpática fortaleza del arco iris. Me convierto en un gas que erotiza todo lo que toca y recorro el mundo deteniéndome con inútil inteligencia en los detalles absurdos. Desaparecer por unos cuantos días no siempre es fácil pero puedo afirmar que es un proceso divertido que amplifica las percepciones del placer y la tragedia.

-¿Cómo andás? –dice ella. Y sacándose el pelo de la cara me da un enorme beso en los labios.

-Bien –le respondo mientras miro esos pechos que parecen leones agazapados tras los arbustos.

-¿Estuviste bebiendo? –pregunta ella.

-Por supuesto que sí. Bebiendo como un loco. Disfrutando la fatalidad hermosa de estos días que sólo van y vienen, van y vienen.

Empiezo a acariciar su cintura. Le doy una rápida palmadita en el trasero y la empujo hacia la cama. Ella se ríe y despacio comienza a desabotonar mi pantalón. Está arrodillada sobre la cama y se muerde los labios con ternura. Luego acaricia sólo con la cara el bulto que comenzaba a crecer bajo mi calzoncillo. Empieza a ronronear y se retuerce de una forma extremadamente felina. Sin dejar de moverse me mira a los ojos y sale como en un salto de su vestido. Su desnudez es luminosa y me gusta su pelo derramándose sobre sus delicados hombros. Le ofrezco mi miembro y ella sonríe con inocencia, como si fuera la primera vez, un trozo tibio de humanidad para que se divierta en esta cálida tarde de septiembre.

martes, 21 de julio de 2009

RECUERDOS DE UN CIRCO



Me dejo llevar por la escritura, como el niño que es llevado de la mano hacia aquel circo repleto de leones, cruentos animales que peinan su melena al mejor estilo ferocidad (arroje un cachorro o un gatito adentro de la jaula y no tendrá la necesidad de abonar la entrada: comentario que circula a puro entusiasmo entre los niños: aquella trapecista con cara de puta me dijo que…, aquel enano barbudo me confirmó lo que había dicho Juancito, etcétera). Sí, al fin de cuentas yo no soy más que una mera herramienta de mi escritura, ella trabaja con una íntima voluntad que nada tiene que ver con mi despierta conciencia, con los movimientos musculares de mi brazo, con mi mano, con la tinta, con los cuadernos y renglones que se tornan avenida saturada de tráfico y smog y bocinazos y puteadas.

Entonces al escribir en realidad me estoy arrojando a una suerte de sueño con aguas indomables, donde yo no puedo controlar los acontecimientos, donde yo solamente soy capaz de interpretar de forma dudosa lo que sucede. Y bueno, en cierto sentido es maravilloso ubicarse fuera de toda responsabilidad: que tu lectura reescriba lo que yo escribo, qué sé yo si puse amor cuando escribí la palabra amor. Ya lo ha dicho el simplemente eficaz poeta argentino Juan Gelman: “porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa”.

Las piezas del rompecabezas no encajan, cumplen al fin su verdadera función: romper cabezas. Aunque quizás estamos hablando de piezas que pertenecen a rompecabezas distintos. Esa es la forma lógica de pensar al ver que este fragmento de tormentosa tormenta no se acopla con este fragmento de plácida laguna a la luz del sol. ¿Acaso las diferentes etapas de nuestras vidas no son rompecabezas? ¿Acaso las nostalgias no son piezas de esos distintos rompecabezas? ¿Acaso el arte no es armar una imagen con piezas de distintos rompecabezas que nada tienen que ver entre sí? Qué sé yo, tendría que preguntarle a mi escritura, a mi mamá que me lleva de la mano hacia aquel circo donde todo es posible.

-Mami, ¿viste que cara de puta tiene la trapecista?

-Callate, nene. Otra palabrota y te fajo ¿eh?

Obviamente este diálogo tiene una existencia imaginaria. Se trata de una inexplicable vuelta de tuerca. Mi madre yace en el cementerio hace más de diez años y yo soy un tipo de veinticinco años que ya no siente la necesidad de andar diciéndole “mami” a la gente. Pero había algo cierto en aquel diálogo imaginado: la trapecista tiene cara de puta. Yo la había visto a la tarde, cuando ella ensayaba para el espectáculo de la noche, la misma tarde en la que escuché que los niños hablaban sobre conseguir un cachorro o un gatito, dárselo a los leones y así poder entrar gratis a la función nocturna.

La cuestión es que la horrible vieja maquillada en demasía, que estaba a cargo de la entrada, rompió mi boleto y con un gesto mecánico me dio la mitad. Después chupó la bombilla del mate que un señor asombrosamente gordo le había cebado. Gracias a que yo había comprado el boleto cuando aún no terminaban de armar la carpa, me tocó un lugar envidiable en primera fila. “Ahora voy a sentir desde el aliento de los animales hasta el olor a tanga sudada de las trapecistas”, me dije con una cínica sonrisa, mientras encendía un cigarrillo después de haberle echado un poco de fernet a mi botellita de coca. Para hacer eso tuve que agacharme, silbando y haciéndome el boludo entre el montón de eufóricos niños. Las luces se apagaron de pronto, y cuando volvieron a encenderse apareció un mago sacando palomas de su galera. Él fue el encargado de dar inicio a los espectáculos del circo.

Ahora Horacio está en la cocina de su casa, preparando café para la trapecista que espera sentada en el sofá del living. Yo lo espío por la ventana, sigiloso como un animal en acecho, mordiéndome los labios en espera de alguna acrobacia. Horacio quizás piensa en la noche anterior y en los espectáculos del circo. Entre leones, elefantes, magia, aguas danzantes coloridas y payasos que vuelven a sus carpas para beber whisky y llorar algún amor perdido, Horacio no logra recordar con exactitud cómo fue capaz de seducir a la trapecista , a esa mujer aparentemente impenetrable.

-Ya está listo el café –dijo Horacio, y apenas dejó las tazas en la mesita del living, la trapecista se arrojó hacia él con una ferocidad felina.

Luego se encauzaron directamente hacia la habitación y fornicaron desprovistos de todos los pudores humanos. Alter ego sexual, como diría después Horacio ronroneando junto a su leona, esperando que yo le arroje un cachorro o un gatito. Pero mi madre nunca me permitiría hacer semejante cosa, menos ahora que me tiraba del brazo para alejarme de la jaula, diciéndome que mi imaginación me llevaría a la locura.


lunes, 20 de julio de 2009

APUNTES DE CIERTO ESTADO ANÍMICO


Maquillando cicatrices con máscaras insomnes.

Derramado como un muerto en territorios ajenos.

Olvidándome los ojos en disfraces recientes.

Expandiendo la conciencia como un hippie somnoliento.

De la mano con la fiebre

tomo notas del paisaje,

de los placeres que ceden

ante el lujo misterioso de la química.

Serpenteando en médula y carne.

Murmurando apenas la electricidad del verso.

Digamos que no sé lo que digo,

o digamos que callé pero lo dije.

Como un poeta.

Como un hippie.

Como un loco.

Como un payaso que se apaga

ante la lúcida tristeza de las verdades.

Ya no sé. Yo no sé. Nunca supe.

El poema se me enreda en el sentido

como un fúnebre bostezo

que olvidó el aterrizaje.

Hasta acá y por ahí pero me pierdo.

Hoy que los días pasan de largo

y el reloj se me derrite entre las manos.

Con el permiso de Dalí,

por supuesto.

sábado, 18 de julio de 2009

ST VINCENT -PARIS IS BURNING (DUMBO SESSION)


http://www.youtube.com/watch?v=V-24m-KRkn0


Les recomiendo que vean este video. Hace mucho que no veía esta pasión, sensibilidad poética y talento en una cantante. Esta compositora, cantante y multi-instrumentista realmente logra expresarse. Y además está buenísima, qué más querés. Tiene unos ojos en los que es fácil perderse y tiene ese encanto de inocente ferocidad. ¿? Vean el video y listo. Yo siempre vuelo demasiado alto y después ya no doy más pie en lo que quería decir al principio. Ja ja ja!


DALE CLICK NOMÁS AL ENLACE DE ARRIBA Y AHÍ TENÉS

NI LA MÁS PUTA Y NI LA MÁS SANTA IDEA.



Repite conmigo: este es el mejor blog al que he entrado en toda mi puta vida. Oh sí. Oh sí. Este es el mejor blog al que he entrado en toda mi puta vida. Es una explosión volcánica de creatividad pura, de rebeldía ensimismada, de espasmódicas ocurrencias que de pronto empiezan a tener vida propia. Oh sí, la puta madre, este blog me da ganas de gritar, de parir, de sangrar, de romperme el alma en las calles, de partirte una silla en la puta cabeza esa que llevás como un adorno inútil. Porque la mayoría de las cabezas son inútiles. Porque a veces es necesario pensar con las tripas, sin medir consecuencias, simplemente dejarse llevar. Aferrarse al inodoro metafísico de nuestro ano existencial y defecar largo y tendido todo el absurdo que tenemos para decir.
Bueno, la pura verdad es que no tengo la más pálida idea de lo que estoy intentando decir. Quzás se deba a que en el fondo no estoy tratando de decir nada. Quizás se deba a que simplemente estoy callándome a los gritos, plasmando una nada donde el lenguaje reniega de su naturaleza para volverse más lúdico, para perder por fin toda practicidad real.
Repitan conmigo: ¿de qué mierda está hablando este tipo? ¿Está loco? ¿Está drogado? ¿O simplemente no tiene nada mejor que hacer?
El punto en cuestión son todos los puntos que le siguen para formar una línea. La base de todo esto es la carencia de base desde la cual aprecio esta vertiginosa caída libre.
Repitan conmigo: esto es un fenómeno social que desde del punto de vista cultural y epistemológico carece de... goyete.

miércoles, 15 de julio de 2009

LOSER



Mi inteligencia es demasiado vital
aunque a veces se haya puesto
el revólver en la boca.
Mi inteligencia ya se emborrachó
en todos los bares
dejando cuentas pendientes
y anécdotas que los dueños
le contarán a sus hijos
en navidad.
Mi inteligencia ya abandonó
varias carreras universitarias
por cuestiones, digamos, recreativas.
A mi inteligencia no le duraban
demasiado los trabajos
por cuestiones, repitamos, recreativas.
Mi inteligencia ya leyó a todos
los genios necesariamente locos.
Mi inteligencia ya leyó a todos
los locos necesariamente genios.
Mi inteligencia no puede dormir
y se pasea en calzoncillos
por la habitación mientras fuma
y se le ocurren poemas.
Mi inteligencia fue rechazada
por miles de mujeres
y todavía están haciendo cola.
Mi inteligencia se mantiene pura
y no necesita de halagos académicos
o trayectoria profesional.
Quizás mi inteligencia no es muy inteligente
pero tiene el suficiente sentido común
como para que eso le importe un carajo.
Mi inteligencia es un mono sapiens
que se masturba mirando las ilustraciones
de los libros de anatomía humana.
Aún soy joven
y tengo muchos fracasos por delante.
Mi inteligencia nunca va a decir basta.

lunes, 13 de julio de 2009

HAZTE A UN LADO



Hazte a un lado, impuesta realidad. Yo tengo una nueva que avanza con su lúbrico esqueleto de cromo. Una realidad fabulosa que reparte al azar sus caricias de gamuza. Es similar al bostezo del león bien alimentado, y al mismo tiempo posee la gracia y la levedad del antílope fugitivo.

Hazte a un lado, realidad de tantos años. Déjame a solas con el espasmo encefálico de esta música. Es aquí que el corazón tiene clavijas y estamos a tono con la elocuencia del delirio. Sabemos que una mesa no es sólo una mesa. Sabemos que una silla no es sólo una silla. También somos concientes, como ha dicho Benedetti, que vivimos a la vuelta de este mundo. Y por supuesto sabemos que planear demasiado las cosas es el equivalente a vivir confundidos en la pobreza de un mal boceto.

Hazte a un lado y rompe la limitación descriptiva de tus espejos. Desaparece o cierra los ojos, pues del otro lado Alicia ya empieza a arrodillarse. Es hermosa como un corazón manchando la mano adecuada.

Hazte a un lado, realidad en pena.
Es muy cierto que yo soy la espada
pero también la sangre en la arena.

sábado, 11 de julio de 2009

LITERATURA PUNK PARA REVENTADOS



LOS HUÉRFANOS DE SIEMPRE

No hay otra forma mejor de explicarlo. Al menos en lo que se refiere a la actitud, éramos así: los huérfanos de siempre. Jóvenes aburridos sin más ambiciones que derrumbar ese imperio sobrevaluado que algunos llaman lucidez. Éramos hermosos y autodestructivos. Éramos blasfemos y nuestro lenguaje era un argot que por suerte tuvo tumba sin dejar registro alguno: sustanciosa diarrea de ocurrencias insólitas. ¿Qué puedo decir sobre nuestros padres? Ellos sólo hablaban de rebeldía acorde a la edad, de hormonas, de etapas pasajeras y cosas por el estilo. Y entonces volvían a sus trabajos levantando la mano en un gesto indiferente de “ya se le va a pasar”. Pero no. Nos se nos pasó y no se nos pasa. Y mientras tenga un mínimo aliento de vitalidad para hacer algo más que simplemente existir, no se me va a pasar.

Digámoslo de una vez por todas. Es verdad que la gente cambia y es verdad que para bien o para mal muchos lo hicieron. En algunos casos reprimieron sus deseos para que la sociedad los adopte de la forma más cómoda posible. En otros casos depositaron sus sueños demasiado alto y eso fue un triste adorno haciéndose añicos contra el suelo. Imagínenlo en cámara lenta con una triste canción que se acaba en el momento preciso. Es así de simple cómo funciona. Después viene la escena clásica: novias precozmente embarazadas y suegros salidos de fábricas militares con una idea errada de la perfección y la felicidad.

Retrocedamos un par de pasos. Éramos los huérfanos de siempre, vándalos sin bozal, zombies del último rincón, lectores voraces saqueadores de la biblioteca y chimeneas parlantes en los baños de respetadas instituciones. ¿Bebíamos? Sí. ¿Fumábamos? Claro. ¿Usábamos drogas? Por supuesto. Imaginen un orgasmo con los sentidos amplificándose hasta lograr una intemperie de las sensaciones y los escenarios que más te gustan. No era un paraíso muy glamouroso pero al fin y al cabo era un paraíso y era así como nos gustaba que fuera. ¿Acaso esperabas llegar al cielo jugando a la rayuela o repitiendo de memoria las mismas oraciones religiosas? No lo creo. Yo no pienso subir esa pollera.

Nuestras metáforas y nuestros juegos equivalían a un golpe físico. Aunque también podría decirse que éramos un manojo de lisiados mentales con ambiciones absurdas y desmedidas: cerebros que involucionaban con violencia saturados de un vacío que se ampliaba por el mismo efecto de nuestras idioteces. Éramos los huérfanos de siempre, cada uno rodeado por sí mismo: un yo-ridículo a mi izquierda, un yo-tímido a mi derecha, un yo-borracho enfrente y un yo-cínico a mis espaldas haciéndome sentir en la nuca el frío metálico de su trémulo revólver. Éramos los huérfanos de siempre. Todavía lo somos.

Ahora demos un paso hacia delante. Bebí demasiado café y la escritura ya es el equivalente discursivo de un yo que dio vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Entrada de emergencia y la seguridad es un buen negocio. Empínese con moderación y en caso de alucinaciones rogar que no regresen los fantasmas de la infancia. Mamá dejará prendida la luz del baño. Mamá dejará entreabierta la puerta de nuestra habitación. Mamá nos quiere mucho y si nos manda al psicólogo es sólo para nuestro bienestar. Mamá llora la muerte de su marido y Miguel llora la muerte de su padre. Cuatro años de enfermedad tan sólo para besar la frente fría de un cadáver bien vestido. Y ni siquiera llovió como en las películas. Mamá dice que me comprará una guitarra, una pelota de basket y lápices de colores para que pinte mis dibujos. Mamá enciende un cigarrillo y dice que mis poemas le gustan a pesar de que son tristes y oscuros. Mamá también se va a morir algún día. Y otra vez me quedaré sin palabras. Y otra vez no diré nada excepto mis ojos.

No dije nada. Nada en absoluto.
Si muero por la boca siempre es tarde
pues no hubo rosas ni días de luto.

Paraguas negros que cierran el vuelo.
Sutiles aleteos de abanico.
Canción es un murmullo siempre en celo.

No dije nada. Quizás lo lamento.
Dolor es latido que late en par,
la noción fugitiva del concepto.

No supe divorciarme del silencio.
Quizás me equivoqué de formulario.
Lo cierto es que fue pésimo comercio.

Y no dije nada excepto mis ojos,
mi inclinación elocuente de otoño
tras haber dejado el rostro en remojo.

Es así de simple cómo funciona. Necesito que una mujer se duerma sobre mi pecho, saber que su sueño danza al compás de mis latidos, sentir que su cabellera se derrama sobre mi desnudez.

Imaginen un globo elevándose con pereza. Soy un niño saltando en un intento absurdo por estar a la altura de mi vuelo.

Imaginen un bostezo y un movimiento involuntario. Soy un niño de porcelana al borde del estante.

Imaginen los pies descalzos.

Imaginen el grito.

Imaginen el charco de sangre.

Hubiese sido más fácil imaginar una escoba. Excepto un pequeño detalle: alteraría la sinceridad de mi ego. Excepto un pequeño detalle: hubiese sido mentira.

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viernes, 10 de julio de 2009

METAMORFOSIS Y FUNERAL



Mis párpados bostezan la despedida,
el fúnebre asomo del nervio y la sangre.
Son ásperos golpes de rostro insumiso,
un hueco perfil de boceto distante.

Soy el espejo y la pedrada certera.
También la intemperie de calma y espasmo.
El hocico del hombre sobre la pólvora
y la prudencia animal que limpia el rastro.

He retrocedido entre sueño y ceniza
al triste delirio del útero ausente:
un cobarde fusil mirando al pasado,
el muerto en espera se aburre y no muere.

Un niño lejano define sus ruinas,
la arena y el calor, la sed y los huesos.
Escombro a escombro se apaga la memoria.
Soy danza espontánea del polvo y el viento.

Untado en la fiebre del mudo deseo,
voz de bandoneón, perfiles de ataúdes.
Quemando los llantos del parto en exilio
se trenzan con gracia mis venas azules.

El fracaso de la razón chapoteando
en las lágrimas dulces de su velorio.
No hay negros paraguas ni grises parientes.
No hay rastros del dique en el cauce sin fondo.

miércoles, 8 de julio de 2009

MALENA Y OTRAS CUESTIONES



¿En qué irá a terminar esto? Y de golpe, la extrañeza y la incomodidad me dan una bofetada en plena cara. Es que me resulta muy raro comenzar a desplegar una escritura clavando un interrogante en su aún inexistente final. ¿Acaso siempre será necesario tener un piso en mente para entrar al ascensor, tener un ascensor en mente para entrar al edificio, tener una dirección en un papel para salir a la calle? Los pensamientos y las intenciones siempre van un paso más adelante de lo corpóreo. Quizás por comodidad, no lo sé, me inclino más a creer en el abandono y en el pasar a otra cosa, ya no tanto en el final. Me parece que algo sobre esto ya lo ha dicho Charles Baudelaire. No lo recuerdo textualmente pero algo así venía la cosa: una obra nunca se termina, solamente se la abandona. Entonces el final es eso: un cortar y unir la piola a otra piola cuando nos hartamos de la primera. Tijeretazo inesperado y autónomo, completamente ajeno a nuestra voluntad. Lo que me agrada de este juego es que uno de manera ineluctable se interna en la desconfianza. La cúspide del juego está en que cuando uno logra no creer en nada, zás, raudamente brota una nueva totalidad. Dije nueva y por lo tanto dicha totalidad nos guiña el ojo, nos muestra sonrisas sugestivas y sin dar más vueltas nos invita a la exploración. Es así que el papel se me vuelve escudo y la birome se me vuelve espada. Al escribir voy depositando conflictos en los distintos sectores de mi estructura anímica. Me ataco y me defiendo paralelamente. Es verdad que salgo ileso, sin heridas de gravedad. Pero ciertamente termino muy agotado y al rato ya siento que un vacío se renueva, que se derrumba todo lo que acabo de edificar.
Mientras bebía una botella de vino con una bronca anónima, se me empezaron a ocurrir frases tan nostálgicas que por el hecho de saberme con dieciocho años me avergonzaban. Después de todo qué otros pensamientos se podían esperar de alguien que bebe completamente solo, hundido en un rotoso sillón, fumando como un loco, escuchando rock sinfónico y observando el insecto que se acababa de posar sobre la videocasetera. Esa misma noche había alquilado una película. Aún no me decidía a verla porque me parecía muy temprano. Si comenzaba a verla a esa hora, las 21:00, terminaría más o menos a las 22:30 y me sobraría demasiada noche hasta que me entre un poco de sueño. Aunque en el fondo sabía que después de la segunda botella ya estaría dispuesto a encauzarme hacia el centro urbano de la noche.
Cuando sonó el timbre me sobresalté tanto que casi dejo caer el vaso que sostenía con la mano derecha. Estaba completamente ensimismado, hilando pensamientos absurdos sobre el insecto que apenas se movía cada cinco minutos. Le di la última pitada a mi cigarrillo y lo apagué contra el fondo del cenicero. Era Gustavo, que seguramente venía con claras intenciones de beber algo en un bar del centro.
-¿Qué estabas haciendo? –me dijo Gustavo mientras pasaba sacándose la campera.
-La pura verdad, me estaba emborrachando para el entretenimiento de aquel bicho –respondí con desgano.
El insecto salió volando por la puerta semiabierta y se alejó hasta quedar fuera del alcance de mi vista. Tuve que cerrar la puerta con llave, pues el picaporte estaba roto y cualquier viento la abría dejando entrar un frío de esos que adormecen la nariz.
-¿Y? Gustavo… ¿qué contás?
-Nada… Venía a preguntarte si no querés ir a Sky. Con unos amigos de la facultad quedamos en juntarnos ahí esta noche. Después de todo es viernes ¿no?
-Yo alquilé una película pero la puedo ver mañana. Che, buscate un vaso y servite un poco. En cuanto terminemos esta botella emprendemos viaje.
Me fui al baño, y ya sentado en el inodoro… No sé por qué, nunca logro saber por qué. La cuestión es que me invadieron deseos implacables de hacer cosas imposibles: salir de mí para ver cómo me quedo, quedarme en mí para ser testigo y cómplice de mi fuga. Es como estar en el medio de un huracán y sentir que la razón a la que me aferro es una triste rama de sauce. Después es casi como si viera mi mano que se desliza por la rama mientras las hojas van cayendo con una lentitud perturbadora. Lentitud, sí, en el feroz centro del huracán. Lo lento y lo veloz en una escena eficazmente triste. No sé por qué, nunca logro saber por qué. Tiro la cadena, me levanto el pantalón y parado frente al espejo todo empeora. El espejo me resulta realmente fatal, muero por un par de segundos durante los cuales el pensamiento parece ser eterno. Y si cierro los ojos veo millones de líneas que se dirigen hacia una especie de crepúsculo violáceo. El espejo: ventana donde se ve lo que está más allá que en realidad está más acá que en realidad está más allá. Miro mi cara que mira mi cara mirando mi cara. Examino los matices de mi reciente palidez (¿será a causa de la luz?). Contemplo con satisfacción mis ojeras y hundo los dedos en mi pelo revuelto.
Ya en la calle, inevitablemente instalados en la noche y caminando hacia el pub Sky, escuchaba atentamente las descripciones que Gustavo hacía de sus compañeros de clase. Habló sobre un pibe que usaba anteojos gruesos y tenía un comportamiento excesivamente torpe. Habló sobre una muchacha que era tan hermosa como carente de inteligencia. Habló sobre un punk que era fiel partidario de la cerveza negra. En fin, se desplegó sobre una enorme cantidad de personajes y estereotipos. Luego comenzó a sacar conclusiones con respecto a quienes irían al pub y quienes no, objetando que este era demasiado antisocial o que aquella era mojigata hasta la náusea. Pie izquierdo y pie derecho y pie izquierdo y pie derecho y saltar un charco y patear una piedra y así después de una veinte cuadras al fin llegamos. Enorme cartel de neón: Sky. Y abajo, con letras pequeñas: internet-pool-pub.
Empujé una de las grandes puertas de vidrio y entramos a aquel sitio sumido en una leve penumbra, esa penumbra entre roja y azul que tanto identifica a los bares. Cerca de una de las paredes que tenía ventana había una mesa rectangular formada por dos mesas cuadradas. Alrededor de esta mesa conversaban animosamente los amigos de Gustavo, y para mi sorpresa, entre ellos descubrí a dos viejos amigos de la secundaria. Después de besos y apretones de manos nos sumamos al grupo. La joven camarera me acercó una cerveza respondiendo rápidamente a mi pedido. Llené dos vasos y le alcancé uno a Gustavo, que tuvo que interrumpir una conversación sobre no sé qué con no sé quién.
Y así fue que comenzó a surgir un ambiente dialéctico maravilloso, aunque cada tanto se agregaban rápidas pinceladas de perversidad o irreverencia. Un ballet de palabras sobrevolaba en torno a un desfile de cervezas. De una forma inexplicable se empezaba a hablar sobre el más insignificante percance cotidiano y se terminaba estableciendo relaciones entre el surrealismo y las pesadillas, entre el inconsciente fotógrafo de uso interno y la escritura automática. Sobre esto último se planeaban métodos absurdos para cortar el hilo existente entre la idea fetal y la inútil educación del posterior razonamiento.
Cuando ella apareció (después supe que se llamaba Malena) y se unió resbaladizamente a la tertulia, padecí brotes mentales de un erotismo indescriptible. Entonces nos presentaron y comenzamos a conversar casi sin respiro. Gustavo, Malena y yo constituíamos un triángulo de ideas compartidas. En ciertos aspectos éramos como espejos parlantes, lo que ella decía me resultaba una suerte de boomerang de lo que yo mismo acababa de decir. Estábamos tan cubiertos por la conversación que con el transcurrir de la noche nos sorprendió descubrir que todos los demás ya se habían ido, que tan sólo nosotros tres permanecíamos sentados a la esquina de la mesa. Obviamente por el alcohol que corría en mis venas, pues con las mujeres soy de naturaleza tímida, me atreví a invitarla a ver la película que aún me estaría esperando sobre el viejo televisor. Los tres salimos a la calle y ella detuvo un remis. Nos acomodamos en el asiento trasero, le dije mi dirección al conductor y el coche emprendió su marcha. Durante el viaje nos detuvimos en una estación de servicio, le di unos pesos a Gustavo y él se bajó a comprar dos botellas de vino. Luego reanudamos el viaje, sin más interrupciones, hasta llegar a destino.
Descorché una botella, fui hasta la cocina a buscar tres copas y serví el vino con una falsa elegancia. Después de combatir durante cinco minutos con cables, enchufes y precarios interruptores para que la maldita película aparezca en la pantalla (cosa que no sucedió), me senté furioso en mi largo sillón, a la izquierda de Malena que a su vez estaba a la izquierda de Gustavo. Le arrebaté un gran trago a mi vaso y me pasé una mano por la cabeza con un gesto de decepción.
-No te preocupés –me dijo Malena al mismo tiempo que comenzaba a abrazarme con timidez. Antes de que pudiera disculparme por lo de la película, noté que su rostro se me acercaba. Fue entonces cuando me besó enormemente en los labios. Mientras nos besábamos en calma empecé a recorrer con mis manos sus pronunciadas curvas, exploraba la intimidad de su silueta. De pronto descubrí que la mano de Gustavo se deslizó por el muslo de Malena hasta posarse sobre su sexo. Ella se mantuvo inmutable ante este atrevimiento, y al cabo de unos segundos abandonó mis labios para dedicar los suyos a Gustavo, quien comenzó a besarla con una pasión diferente a la mía, con esa pasión que se inclina más a la violencia. Yo no podía creer lo que estaba sucediendo. Dos hombres y una mujer en perfecta contención emocional. Hasta ese momento creía que sólo era posible en la realidad idealizada hasta el asco del cine erótico norteamericano. Así nos fuimos convirtiendo en una amalgama de manos y labios. Yo la masturbaba y él la besaba. Él la masturbaba y yo la besaba. Ella nos masturbaba y nosotros la besábamos. Por un instante logré perder la noción del tiempo y del espacio, y como en mi caso eso significa perder la noción de la nostalgia y la soledad, me sentí parcialmente feliz. Recuerdo que una vez, cuando vivía en Feliciano, encontré un ejemplar de una vieja revista y leí un artículo titulado sexo sin amor. Entre las opiniones de los entrevistados la que más me quedó fue la de un hombre que dijo el sexo sin amor no existe porque dar placer es un acto de amor. Al día siguiente, en la primera hoja de un recetario que no sé cómo fue a parar en casa, encontré su dirección de correo electrónico. Ella ya se había ido. Las mujeres como ella siempre se van. De mi último noviazgo, por ejemplo, sólo me quedó una gata llamada Laly. Julieta me la regaló el trece de abril del año pasado, día en el que cumplíamos un año de relación formal. Julieta, tan absorbente y protectora como fuiste conmigo no te quedó otra que conocer mis laberintos, mis embudos por los cuales te deslizabas vertiginosamente. Sí, Julieta, yo no fui más que tu vértigo, me sujetabas como quien sujeta un inquieto y fugitivo muñeco de porcelana. Mi constante deseo de hacerme añicos era un soplo en las brasas de tu histeria. Pero admitámoslo, hasta cierto punto te encantaba cuidar de mí, así nos entendíamos, vos amansando mi instinto autodestructivo y yo creyendo que la vida era un juego, un juego inocente capaz de saltar a la decadencia en un parpadeo. Y los ojos me ardían frecuentemente, qué se le va a hacer, Julieta. Hacer a va le se qué: solución fácil es dar vueltas las cosas hasta que pierdan sentido y uno pueda decir no entiendo. entiendo No decir pueda uno y sentido pierdan que hasta cosas las vueltas dar es fácil solución: qué se le va a hacer.
-¿Pudiste hablar con Malena?
-No. Voy seguido al cyber pero nunca la encuentro en línea. No sé a qué hora será que se conecta.
-Qué lástima, yo ya me armé todo tipo de fantasías para el fin de semana. Y vos, ¿en qué andás? ¿Estás escribiendo algo?
-Sí, y justo te quería hacer una pregunta sobre eso. Decime, ¿qué te parece lo más importante de un cuento?
-Qué sé yo, supongo que el principio y el final.
-Entonces no te va a gustar lo que estoy escribiendo.
-¿Por qué?
-Porque empieza así: ¿En qué irá a terminar esto?
-¿Y cómo termina?
-Con otra pregunta: ¿Cómo fue que empezó esto?
-Gustavo largó una carcajada y repitió:¿Cómo fue que empezó esto?
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martes, 7 de julio de 2009

A LA MAYOR BREVEDAD POSIBLE


  • POEMA
¿qué quiere decir?
no quiere decir nada
dice todo sin querer
  • ENTENDIMIENTO
no comprendo y no pregunto
si preguntan no respondo
no comprendo y me niego
quizás pregunto y comprendo
quizás respondo y no preguntan
quizás niego comprendiendo
  • VEREDICTO
todo salpica
y quema
soy el pan que cayó
en la sopa
  • POEMA IMPOSIBLE
para entender este poema
no deberías haber leído
el poema que en este preciso momento
terminas de leer