viernes, 24 de julio de 2009

LA PEOR FORMA DE PERDER LA CABEZA


La vida es viento que termina en un bostezo, una pluma que sangra tinta sin conocer la grafía de su sentido.

No emborracharse los lunes a la mañana escuchando Pink Floyd.

No usar la poesía en las proximidades de un revólver cargado.

En caso de suicidio por favor resignarse. Les puedo asegurar que ya no se puede hacer nada al respecto.

-¿Estudiaste?

-No. Para nada. Me pasé la noche bebiendo cerveza y escuchando a los Sex Pistols. De todos modos no te preocupés. Es cierto que mi cabeza es un caos pero también es cierto que la información es accesible. De estar…está. Desde la primera sensación en el útero hasta las últimas palabras de este diálogo incluyendo la palabra diálogo.

Estamos en la parada del colectivo que nos lleva a Santa Fe. Mi amiga Eloísa me mira con el flequillo moviéndose a causa del viento. Me mira como si de pronto y por fin hubiese perdido el último amague de cordura que me quedaba. En sus ojos se adivina un vacío que se resiste a cualquier explicación. Un maravilloso vacío en donde desemboca toda la poesía de su aspecto virginal. De pronto tengo ganas de romperla como si tratara tan sólo de una pequeña bailarina de porcelana. De pronto soy un niño acariciando a su mascota favorita. No preguntar por razones. Nunca se sabe por qué y quizás eso sea lo interesante de la cuestión, la niebla de misterio que no nos deja ver más allá de nuestros propios pasos.

-Yo apenas si leí un poco los apuntes –dice Eloísa mientras el colectivo se detiene frente a nosotros.

-Es sólo un maldito exámen –le digo-. Y ni siquiera eso. Es una especie de trabajo práctico, un parcial.

Pero retrocedamos un par de horas.

Acabo de cocinarme y estoy sentado frente a un humeante y blanquísimo plato de arroz. Comienzo a volcarle la salsa y de repente es el dueño de la pensión el que abre la puerta.

-¿Viste lo que pasó en la costanera?

-No –le contesto llevándome la primera cucharada a la boca-.¿Qué pasó?

-Una vieja iba andando en bicicleta y se cayó. Entonces pasa un colectivo, la línea uno, y le aplasta la cabeza con todas las ruedas del lado derecho. Dicen que se la reventó , que le quedó la cabeza como una pelota desinflada. Seguramente hacía ejercicio para estar en forma y terminó en forma de pasta.

Estás contemplando la salsa de tu comida con ojos caníbales y morbosos. Te imaginás una espátula enorme. Hacés un comentario indiferente y continuás con tu almuerzo mientras Javier sale de la cocina entre risas, puteadas y más risas. Me hubiese gustado ser testigo del accidente, ser un privilegiado espectador de la muerte en sus aspectos más absurdos. O quizás me hubiese gustado ser un pasajero de aquel colectivo, sentir que se levanta unos cuantos centímetros y que algo explota bajo mi cómodo trasero.

-Y así fue –termino de darle la noticia a mi compañera de clases.

-Pobre vieja –dice ella al mismo tiempo que se pinta los labios.

-Dicen que hasta hubo una gran movida policial para evitar que los perros se coman los sesos que estaban por toda la calle.

Y se me dibuja una leve sonrisa. Y Eloísa también sonríe y los dos sabemos que nos sentimos con suerte, que fluye ferocidad por nuestras venas, que nos importa un carajo la historia personal de aquella aberrante cabeza reventada.

Llegamos al Instituto y estamos caminando hacia la clase de Gramática Inglesa. Lo que hay que hacer después es fruncir el entrecejo, hablar en inglés, agudizar el oído y tomar nota de la información relevante.

¿Sabías que puedes pasar todo un fin de semana tirado en la cama, con el televisor inútilmente encendido mientras los cajones se llenan de ilegibles papeles? ¿Sabías lo difícil que es reprimir el deseo de arrojar un televisor por la ventana de tu cuarto? Y tus ojos se abren mientras duermo. Son las palabras abismándose como tenues soldados hacia un sentido suicida. Expresar el tornado anímico en un azaroso fotograma que funcione como espejo. De este modo y ya no hay más excusas. Cada instante de la vida es un engranaje más en esta absurda mecánica. Haré foco en los detalles hasta resaltar la viscosidad de la náusea. Me convertiré en una especie de puente. Lucidez y pesadilla escoltarán el transcurso de la escritura, serán mis polos sometidos a la salvaje intemperie de su propia naturaleza. Es la impalpable invisibilidad del deseo. Es el discurso sin bozal que dibuja con su espuma. Enfermedad y salvación. Apenas un rumor malintencionado.

Es así de simple como funciona. A veces todo pierde sentido. Me distorsiono y soy la fiebre empantanándose en el verso. O quizás todo tiene un sentido demasiado grande como para poder apreciarlo en su plenitud. Es cuestión de alejarse. Es cuestión de corporalizarse en la metáfora del otro disolviendo a la vez su calidad de metáfora. Es cuestión de irse. Simplemente es cuestión de perspectiva.

Escribir un árbol.

Publicar un hijo.

Plantar un libro.

Autorretratar una pintura o lo que sea que quieras hacer.

El placer en el lugar de la felicidad. La belleza en el lugar del desencantador entendimiento.

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