lunes, 27 de julio de 2009

GRUTA PECTORAL

Soñé con el majestuoso quinto episodio: un círculo de luz centrífuga significando nada pero haciéndose sentir o captar con una peculiar eficacia, como una visceral desrazón fulgente. Aquí las arpas tienen

cuerdas de silencio

(soñé dulcemente

esbozado en la colcha).

Roncando

la espuma humeante

y borracha de la noche. Oh mi psicóloga (dije), toma el bisturí de tus metafóricos discursos y sacude mi sacudida y mastica mi agitación.

Hazle el amor (murmuré

mientras separaba mis cabellos

y exhibía mi cuero cabelludo),

penetra

de forma contundente en esta

tibia hendidura. Oh mi psicóloga, escupe siquiera un gesto sexual. Que tengo que despertar que tengo que despertar, encauzar mis yoes y proseguir aleteando voces ajenas.

Me vuelo en el canto,

sí,

me vuelo

y me caigo en

el canto. Ahora que nadie separa las piernas. En las horas repetidas del amor simulado, las frases se encurvan, los vocablos se arrodillan en la sien. Me vuelo en el canto, sí, me vuelo en el canto.

Que no sé cómo vivir

cuando hay hambre

a la izquierda

del pulmón derecho,

y el estómago

siempre lleno de pollo.

Me vuelo

y me caigo

y me

quiebro

en

el

can

to.

Es un quemante apogeo de rostros insumisos, la más alta llama del incendio neuronal. Aquí los pétalos ya entonan felonías frente al espejo, abren su blancura como un núbil sexo lácteo. Por favor, te pido por favor: asiste a mi ceremonia. Te juro que seré un manso personaje. Oh los cirios. Los cirios se apagarán por falta de movimiento. Seré como siempre para nunca. Asiste.

También las vísceras de lo

que se niega a ser

temporal. El eco

fragmentado

de un efímero relámpago.

Resuelvo las difíciles ecuaciones de mis huesos en las vísperas sempiternas de la ácida muerte.

Te pronuncio al filo de una cremosa palabra. Percibo la imposibilidad de hallar su costado salubre: amor.

Yo estaba (quizás dejando de estar) luminosamente triste al borde de la alegría. Yo chorreaba blandamente como aquellos endebles relojes de Dalí, a excepción de que esta vez la memoria no persistía.

Sólo el olvido

definía sus ritmos.

Pensándolo bien

yo tengo el ano y la erección,

la boca circular del deshecho

y el semen agazapado en la base.

Al pie de las añejas coronaciones

que me dilatan, que me soplan despacito.

Saltando desde su último latido

vino el vino ebrio de espuma.

La alfombra morena de tu pubis cordial

con la tortura de la pausa me dejó

solo.

Entorné los párpados del sueño

y hecho un hueco volví

a mi primera palabra.

Cancerosa niebla de los días situados a dos leguas de los días. Abrupta declinación de la sonrisa que nos abisma al concéntrico girar de los llantos. Suicidio constante y consecutiva recreación del nacimiento cada vez en vaginas de una más degradante frigidez labial.

Examinar minuciosamente la sequedad

de mi rincón más lejano. Ser afuera de mi

ser para atestiguar críticamente si realmente

estaba siendo (¿o no?).

Morir de plumas poéticas, leve en las dulcísimas membranas del aire, como la rosa que se apaga enraizada en su fulgor nunca visto, como el rostro hecho pedazos que reaparece ante la fortaleza del mismo espejo. Morir

encastrado en la palabra

muerte,

en la médula

de su hedor

calcinante.

Arena por arena

he cantado mi desierto:

Mi corazón se engrasa

en los engranajes

de una triste melodía.

La resacosa luminosidad

habita en el simple hecho

de abrir los ojos.

Supe que yo era inalcanzable:

al formular

mi nombre

me adiviné

lejos.

Con mi deslumbrante desnudez entregarme (y estaba al borde de la noche) y rodar junto a la irregular cadencia de mi prosa. Brazada de luz recién nacida. Fornido amarillo del girar de los días a la hora del almuerzo.

Sangre de último latido (espectacular rojeo) descorchando ocio como siempre a la sombra del tórax.

Una erección emocional respirando alcoholes

que humean.

La furia deseosa de abandonar el estado, sometida a febriles temperaturas (posición fecal). Ser blando a la piedra ser ojo a la astilla. Triste muerteo de los papeles colmados de versos viscosos. Sangre que se prolonga lejos de toda pausa.

Parpadeo vaginal en el margen de una sexualidad lacerada. Un brote psicomasturbador en el centro: eso era todo. He usado la niebla

donde no corresponde.


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