viernes, 26 de febrero de 2010

SITUACIÓN




Soy un discurso que acelera su cauce en función de un sentido suicida. Hay días en los que mi estado biológico se vuelve metáfora del verbo: maquinaria nocturna que prostituye la blanca violencia de mis papeles, su textura vaginal que alucina úteros a cada paso de la voz.


Ahora la belleza insinúa un terror que de pronto parece licuar la falsa solidez de la cordura. Los muros se apresuran en ganar el cielo mientras los telones caen dejándonos del otro lado.


Él se saca los zapatos. Él enciende el ventilador. Él pone un poco de música y se acuesta sobre la cama. Él ya no quiere dormir, las líneas serpentean como lombrices ansiosas en el interior de su cráneo.


La cotidianeidad de los escenarios. Es como si fuéramos el aburrido auditorio de nuestra propia comedia.


La ausencia de sus ojos o la oscuridad de la noche.

La ausencia de su voz o la música en suspenso.

Una cita que falla

y un hombre que sufre

en la brevedad del poema.


Él estuvo solo durante toda la noche. Él miró televisión hasta quedarse dormido sobre el sofá.


Mañana (por hoy) escribirá algunas líneas.




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