jueves, 3 de junio de 2010

ESPEJO RETROVISOR (CAPÍTULO 7)


Ya todos le habíamos robado algunas muñecas a nuestras hermanas. Entonces las desnudábamos y las colgábamos boca abajo contra el muro del patio. René le había sacado el aire comprimido a su viejo. Y aquella tarde la pasamos llenando cabezas de goma con rápidos y rabiosos balines. Era una forma de entrenarse para el futuro salvaje y desquiciado que tanto nos prometía el cine y la televisión. Zapping si no te gusta. Zapping si no entendés. Zapping hacia lo fácil cuando zapping porque es difícil.


Recuerdo que un día atrapamos un pajarito y lo cortamos a la mitad haciéndolo pasar entre el plato y la cadena de mi bicicleta. Recuerdo que Cecilia le robó una jeringa a su madre que era enfermera, y ahí nomás la cargué con mi propio orín y se lo inyecté todo en la espalda a un enorme sapo. La pobre criatura comenzó a saltar como si estuviera poseído y luego murió con su pálida panza apuntando al cielo. En todo niño habita un asesino. Zapping si no te gusta. Zapping si no entendés. Zapping hacia lo fácil cuando zapping porque es difícil.


Aquel día saltamos el alambrado y empezamos a caminar hasta perdernos en el medio del monte. Después armamos una choza con lo que teníamos a mano: cañas, ramas y hojas de todo tipo. El olor a monte es un olor maravilloso que no se olvida. Adentro de la choza tiramos un cuero de oveja que habíamos traído y sobre él nos sentamos y empezamos a afilar la punta de nuestros palos de escoba. Éramos verdaderos guerreros. Éramos verdaderos indios. Éramos realmente salvajes y seríamos verdaderos héroes. También éramos niños pero ese era un detalle que no nos importaba. Más que algo para preocuparse el hecho de ser niños nos parecía una enorme ventaja contra el resto de la humanidad. Aunque quizás me equivoco porque no había ninguna guerra contra la humanidad. Aquello era una guerra simbólica contra los símbolos, contra los muros mentales del idioma, contra los campos minados de convenciones culturales que destruyen las piernas del espíritu. Zapping Zen y percibir los cambios de canal como una unidad hipnótica en constante crecimiento y mutación.


Entonces cayó la noche y empezó a caer la lluvia que hizo caer la choza sobre nuestras cabezas que cayeron en la cuenta de la situación. Estaba descalzo y sin remera y cuando el viento sopló sobre mi cuerpo mojado se me puso toda la piel de gallina. Fue una sensación agradable: estar a la intemperie y salir corriendo con desesperación hacia cualquier lado. Y así hasta llegar a nuestras casas sabiendo muy bien que al llegar nuestros padres nos iban a re cagar a pedo. Pero las familias felices estaban reservadas para los comerciales de juguetes o promociones de fiestas navideñas. Acá a la mayoría de los pibes los envolvieron en toallas gastadas y los secaron a los cachetazos haciéndolos sentir la miseria más miserable de sus miserables vidas. Putos niños. Siempre rompiendo las pelotas. Cosas así nos repetían todo el tiempo. Pero bueno, eran sólo adultos. ¿Qué podíamos haber hecho? Me puse a mirar dibujitos y a tomar leche chocolatada, tranquilo y sin abrir la boca, haciendo buena letra hasta la próxima ocurrencia irresponsable.





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