viernes, 8 de enero de 2010

LA ESCENA Y EL ESCALOFRÍO




Te voy a meter perversión hasta que tu ulcerada conchita vomite corrosivas canciones de crimen y locura. No voy a tener piedad y voy a dar vueltas por el cuarto toda la noche, cocinando brebajes mágicos y poniéndome los guantes de plástico amarrillo. Así escribo y así te voy a penetrar: qué más da. No hay más remedio. No hay más enfermedad.

Hacés bien en tenerme miedo porque nada da más miedo que alguien que ya no le teme a nada. Boo! Putita de cuarta. Boo! ¿Nunca aprendiste que todo arte y toda belleza se aprecia más tras el lente del cinismo? ¿Tanto te metieron en el culo los buenos modales, las modas idiotas y la creencia en un bien colectivo?

Despertate del todo o tragate otro valium y dejame de joder. Mientras tanto voy a entalcar todo tu cuerpo dotándote de una palidez cadavérica. Mientras tanto voy a dibujarte enormes ojeras con un marcador tóxico que te hará saltar las lágrimas. Mientras tanto voy a volcar sangre bajo tu nariz. Mientras tanto voy a colgar una etiqueta con tu nombre en el dedo gordo de tu pie derecho. Ya estás desnuda y respirando como si no lo hicieras, mi bella insomne haciéndose la dormida. Mientras tanto voy a hacerte el amor como si fuera despedida, como si por fin estuvieras muerta. Y tras eyacular voy a terminar el cuento como dijiste que te gustaba: llevándome el revólver a la boca y manchando las paredes rosadas de tu cuarto. Oh, mi amor, nuestra escena del crimen. Salvaje.



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