jueves, 25 de junio de 2009

EL INMORTAL DESDICHADO


Estoy completamente empeñado en fabricarme un cáncer de pulmón, un cáncer intelectual que se jacte de poseer el título de "destructor intenso con orientación en poetas desbocados". Hace varias noches que estoy inmerso en la voluptuosa tarea de empapar mi hígado con querosén, para un ostentoso domingo soleado desayunar un cigarro encendido. Diariamente alimento mis ahorros con la sonriente esperanza de ir a las esquinas más periféricas de la ciudad, optar por el sexo más escamoso y precario que encuentre, y esperar que un sida solidario aliviane mi trabajo. Cada vez que salgo a caminar me esmero por llevar el sol a mis espaldas, con la placentera ilusión de que mi sombra se equivoque en algún movimiento, me haga tropezar, y en esa caída irrisoria me fracture la mandíbula. Cuando me levanto adquiero actitudes de conejo y voy al baño dando brincos coléricos, esperando que el ventilador de techo juegue a ser verdugo y logre decapitarme. Si por casualidad el silencio se apodera de mí y escucho mis latidos, imagino que mi corazón es un soldado que va marcando el paso hacia la más bestial de las guerras, completamente convencido de su patriotismo y su idiosincracia de mártir. A donde sea que dirijo la mirada, todo lo que entra por mis pupilas toma la forma de una guadaña vampírica. Desde que comenzó esta alucinación estoy haciendo cursos para comportarme como jirafa y quemo todas mis bufandas por más invernal que sea el invierno. Si noto que el sol está untando toda su fúlgida furia sobre el planeta, me arranco la epidermis a mordiscones y me acuesto sobre el capó de algún automóvil, impregnando todo el barrio con un olor a asado capaz de despertar el hambre más recóndito. Cada vez que diviso una diminuta hormiga en el medio de la avenida principal, lloro y pataleo de envidia, ¡cómo quisiera tener las mismas probabilidades de ser aplastado! Hay días en los que estoy convencido de querer ser un cadáver. Por ejemplo, hoy vivo sólo por la creencia de que mañana dejaré de hacerlo. Pero el mañana lamentablemente nunca llega, o quizás llega, pero de inmediato se transforma en un nuevo "hoy". ¡No tengo tiempo de morir!

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