jueves, 23 de enero de 2014

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Nosotros que fuimos coronados por la bohemia
y habitamos por un tiempo en el caos
más fértil del catálogo.
Nosotros los duendes.
Nosotros los incurables cronopios.
Nosotros los fantasmas de nosotros.
Nosotros que le dábamos luz a las cosas
con la mirada.
Nosotros que empezamos a robar queso rallado
en el kiosco de la esquina
y terminamos robando vino en caja, champán,
cerveza y salames.
Nosotros que vendíamos los veladores y las garrafas
para comprar marihuana o merca o lo que sea
que nos ayude en el ritual 
cotidiano de sacudirnos tanta sombra
como perros mojados que se secan.
Nosotros que dejábamos que el arte crezca
a nuestro alrededor como una vegetación
de luces eróticas para el alma
y de pronto nos vimos en un nido
de poemas, pinturas y música jazz
que se perdía exhausta
en el silencio místico del amanecer.
Nosotros que nos vendábamos los ojos con bufandas
y meditábamos más de cuatro horas
mandando los pensamientos al cielo
metiéndonos las nubes en la cabeza.
Nosotros que nos prometimos el paraíso
y logramos construirlo a imagen y semejanza
de nuestros más poderosos ideales.
Nosotros que al no tener ningún rumbo
los teníamos todos.
Nosotros que al no tener ningún lugar
estábamos en todas partes.
Nosotros nosotros
como yo que continúo en ustedes.
Nosotros nosotros
como ustedes que siguen en mí.
Nosotros los unidos y separados por la misma vida.
Nosotros que como siempre
no pudimos resistir el placer
de romperlo todo y empezar de nuevo.




                                                            Miguel R. B.

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