martes, 15 de diciembre de 2009

EL OJO DE LA CERRADURA



Si pudiéramos aproximarnos lo suficiente al ojo de la cerradura es muy probable que veamos su pequeña pupila, su hermoso iris azul y quizás hasta un poco de su blanco globo ocular. Porque ella está encerrada en la enorme habitación, y cuando Mariano la deja sola, espía por el orificio de la puerta con las esperanzas (siempre inútiles) de ver un poco de libertad. Si pudiéramos aproximarnos lo suficiente al ojo de la cerradura, cuando ella no está espiando y sólo fuma desnuda contra la ventana enrejada, entenderíamos la razón por la que Mariano la mantiene bajo llave. Yo, como escritor de este improvisado relato, me he tomado el atrevimiento de aproximarme lo suficiente. Y así fue que comprendí la razón por la que Mariano encierra a esa mujer. Ella es hermosa. Demasiado hermosa. Hermosa hasta el encierro y valiosa hasta el punto de tenerla bajo llave. Cuando fuma desnuda contra la ventana enrejada, el sol la golpea con violencia y toda su piel adquiere un color lácteo. También me encanta la forma en que su cabello cae sobre la mitad de su cara, dejando al descubierto su perfil izquierdo, su encantador perfil izquierdo. Y los ademanes sensuales con los que le arranca las pitadas a su cigarrillo son simplemente perfectos.


Pero lo que ahora me preocupa es la prolongada ausencia de Mariano. Hace ya más de tres horas que debería haberle traído el almuerzo. Tratándose de un secuestrador, o mejor dicho, de un violador que mantiene secuestrada a su víctima, tres horas de retraso para traer el almuerzo no sorprendería a nadie. Pero el punto que me preocupa es que durante los últimos cinco meses Mariano había sido totalmente puntual. Entonces, ¿por qué se está demorando? ¿Se habrá cansado de abusar sexualmente de ella? ¿Habrá decidido dejarla morir de hambre? ¿Lo habrá atrapado la policía y se niega a decir el lugar en donde se encuentra su víctima? No lo sé. Apenas me encuentro en condiciones de saber que esta preocupación me está matando. Y cuando me aproximo al ojo de la cerradura y veo su pequeña pupila y su hermoso iris azul, empiezo a preguntarme de qué lado del papel está la víctima. Me he tomado el atrevimiento de aproximarme demasiado. Mariano aún no llega. Aunque quizás haya llegado así: Mariano aún no llega. Quizás haya llegado.


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