domingo, 6 de diciembre de 2009

LÉXICO CERDO




Caligrafía tóxica de contusión primaria alimentando cerdos con trozos a la sangre de supuesto pecado. Sexy púber dormitando bajo el calor maternal de su fiebre uterina. Déjame vivir un tiempo bajo tu vestido y tu vagina saldrá recitando envidiables poemas por los lánguidos techos borrachos de un París imaginario.

Hazme el blanco de tus torturas y electrifica la zona húmeda de tus calzones. Olfatea mi generoso obsequio desesperado y dibuja gatos egipcios en mi pecho con un cuchillo de cocina. Ojalá supiera nombrar mariposas y hadas vírgenes muertas de aburrimiento. Pero me enamoré de tu perversión y de tu osada libertad que está lejos de ser un futuro patrón de medida.

Imaginame.
Imaginate.
Imaginanos.

Un poeta fetal ahogado en su tubo de ensayo con errores de ortografía.
Un poeta que se caga en los pantalones a la hora de escribir su nombre bajo tanto caos.
Un poeta que camina en clazoncillos viendo manchas rojas y azules en las paredes.
Un poeta que de verdad podría seguir así toda la vida,
manteniéndose fiel al ritmo inefable de la hemorragia,
mintiendo la honestidad falsa desde una verídica ficción.

Irreversible.
No sé si me entendés.
Irreversible.

Por ahora te susurro vaselina al oído floreciente mientras mi aliento empieza a apretarte un poco el cuello. Rubén Darío escribiría cisnes y lagos, tristezas de vino y amplias reflexiones socio-políticas con palabras en desuso (ahora).

Las agotadas manecillas se apoyan en el número más cercano como genios-minusválidos-sociales en la barra de un bar ronco y humeante.

No hay vuelta atrás
ni giro adelante.
Sólo hay torbellino.
Sólo hay tu sádica sonrisa
que me rompe a besos.


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