miércoles, 9 de diciembre de 2009

RECUERDO CUANDO ALUCINÉ CON LA MUJER INVISIBLE




Nos sentábamos frente a una pared en blanco para que nuestras alucinaciones puedan proyectarse libremente. Wide-screen. Estábamos escuchando Pink Floyd en nuestra improvisada sala de ensayo cuando de pronto vi que las teclas del piano se apretaban solas siguiendo las notas de la canción. Entonces empezó a salir un humo apenas azulado de los rincones que ocupaba todo el espacio excepto el espacio del hermoso cuerpo de lo que ahora me daba cuenta era una mujer invisible. Casi al instante de tener este conocimento, de las paredes laterales brotó una lluvia de luminosos y delgados rayos rojos que iban derechos hasta toparse y dibujar con nítidas líneas toda la erótica corporalidad de esta mujer. Después la canción llegó a su final y con la música se fue todo el humo y todas las líneas rojas, absorbidas con violencia por el parlante. Nuevamente no podía ver su presencia, pero sabía, tenía la certeza en el fondo de mi conciencia de que ella seguía ahí, trepada al piano y fumando un cigarrillo rubio con una boquilla de madera. Me quedé paralizado, escuchando los pasos que se me acercaban, sintiendo como el piso temblaba con cada uno de ellos. Sabía que era sólo una alucinación, me repetía a mí mismo que era sólo una alucinación, pero cuando sentí que sus manos invisibles sujetaron mis brazos con fuerza creí que de verdad me había vuelto loco, que pasaría el resto de mi vida en un manicomio escribiendo cartas imaginarias a una mujer invisible. Con todo el pánico de sentir ese contacto tan real miré al vacío donde debería estar su rostro y vi dos enormes ojos en el aire que de a poco se elevaron hasta mezclarse y perderse en las formas del cielorraso.


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