jueves, 9 de agosto de 2012
LET IT ZEN
Cada vez que veo
mi estatuilla dorada de Buda
el corazón se me ahueca en el buen sentido
y crece hacia lo alto como un templo o monasterio
que se inunda con la profunda sabiduría
del pacífico silencio.
Cada vez que me cruzo
con mi estatuilla dorada de Buda
el ego-pensamiento se me disuelve
como una efervescencia innecesaria
y todos los sentidos,
abiertos de par en par,
permiten por fin que sea el mundo
quien me respire.
Cada vez que miro
mi estatuilla dorada de Buda
los ojos se me llenan de bosques y animales,
la nariz respira con pajaritos
y al soltar el aire
sale como una música que expresa
el glorioso absurdo
de todo sentido.
Cada ve que contemplo
mi estatuilla dorada de Buda
no me apego ni la rechazo.
Sólo hago lo que ya dije: la contemplo.
Después, al ratito, la dejo ir.
Miguel R. Benitez
27/06/2012
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