viernes, 28 de agosto de 2009

MARYLIN




Vestida de curvas lácteas.

De sus ojos las ventanas

enlutan todo paisaje

con cortinas maquilladas.


Rubias colas inquietantes

de espermatozoides rubios

caían sobre su rostro

de elocuencia sin murmullo.


Desplegaba torpes pasos

de la plaza en la rodilla.

Su delgada y rica pose

prometía mil delicias.


En la frente lo materno.

Lo cómplice en la mejilla.

Oh pasión en cuatro labios,

dulce sombra en las esquinas.


El motor aún ronroneaba

frente a un metálico guiño.

Cayó el vidrio y me invitó

a fumar su aliento tibio.


Noche roja amanecida

nos cubrió de amor y espanto.

Sus azules ventanitas

parpadearon gusto amargo.


Los faroles se doblaban,

ansiosos de aquellos muslos.

Blondas luces de ciudad

respiraban tango oscuro.


Esas boas fugitivas

resbalaron en mis manos.

La sedosa y láctea piel

reveló un pulposo canto.


Verticales carcajadas

ya tornáronse viscosas,

cuando el falo que bien paga

tuvo vaina que bien cobra.


Dijo llamarse Marylin,

bello nombre merecido.

Fue tan mía aquella noche

y el disparo fue efectivo.


Los faroles se espantaron

de tanto rojo ataúd.

Ya descansa mi mocita

en la alfombra del baúl.


Se volvió a encender el rojo.

Se apagó aquel triste azul.




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